Dario Argento (Dirección)
Cineasta italiano, la figura más representativa del subgénero cinematográfico denominado “giallo”, característica hibridación de cine policíaco y de terror, con algunos elementos narrativos propios del cine fantástico. Hijo del productor Salvatore Argento, crítico y guionista en sus comienzos -interviene en la escritura del guión de ‘Hasta que llegó su hora’ (Sergio Leone, 1968), entre otras-, debuta como director con ‘El pájaro de las plumas de cristal’ (1969), artificiosa mezcolanza de códigos y estilos, en exceso supeditada a la sofisticada resolución de los crímenes; esta película, considerada el primer título adscrito al “giallo” -pese a que Mario Bava, verdadero padre espiritual del subgénero, ya había ofrecido dos filmes germinales algunos años antes-, alcanzó un gran éxito comercial, lo que le llevaría a su director a repetir la fórmula en otros dos títulos de mayor interés, ‘El gato de las nueve colas’ (1970) y ‘Cuatro moscas sobre terciopelo gris’ (1971), que completan la llamada “trilogía zoológica”. Tras ‘Le cinque giornate’ (1973), fracasado intento de cine histórico, Argento entrega sus mejores obras: ‘Rojo oscuro’ (1975), fascinante puzzle policíaco-terrorífico cuyos golpes de efecto no invalidan su inventiva cinematográfica; ‘Suspiria’ (1977), donde incide en el empleo de los colores como elemento dramático, confiriendo a la arquitectura un protagonismo nuevo; y, sobre todo, ‘Inferno’ (1980), su obra maestra y uno de los títulos capitales del moderno cine de terror, en la que el barroquismo de su exposición alcanza su mejor plasmación audiovisual: continuación colateral de ‘Suspiria’, pero todavía más depurada e imaginativa si cabe que ésta, tanto en la puesta en escena como en sus elementos externos (escenografía, iluminación, banda sonora, interpretación, etc.), ‘Inferno’ significa el cenit de un estilo que agotaba aquí todas sus posibilidades. Las siguientes películas de Argento, empero, no resisten la comparación con estos tres singulares títulos, y pese al relativo interés de ‘Tenebre’ (1982), su último film realmente consistente, la mediocridad y el vacío creativo terminan de afirmarse en ‘Phenomena’ (1985) y ‘Ópera’ (1987), frente al hipotético valor de su mediometraje inspirado en Edgar Allan Poe ‘El gato negro’, segundo y último segmento del film-homenaje ‘Los ojos del diablo’ (1989), que constituye un abigarrado ejercicio de estilo cuyo máximo interés, no obstante, reside en el virtuoso empleo de la cámara; desde entonces, entrada la década de 1990, su cine se despersonaliza a lo largo de una serie de títulos sin especiales valores cinematográficos, nuevas entregas de sus temas y obsesiones recurrentes: ‘Trauma’ (1993), retahíla de lugares comunes, realizada en coproducción con Estados Unidos; ‘El síndrome de Stendhal’ (1996); ‘El fantasma de la Ópera’ (1998), infecta adaptación del clásico de Gastón Leroux; ‘Insomnio’ (2001), torpe y fragmentario remedo de sus primeros films, donde sólo logra destacar una secuencia nocturna, desarrollada en un tren en marcha; ‘Il Cartaio’ (2004); ‘La madre de las lágrimas’ (2007), innecesaria prolongación temática de ‘Suspiria’ e ‘Inferno’; o ‘Giallo’ (2009), inútil producto que pretende homenajear pasados fastos.